miércoles, 22 de septiembre de 2010

Nekromantik. Una de tabús, ascos y muertos

Aviso! Las imágenes pueden ser un pelis desagradables… (venga nenazas, seguir leyendo…)

"MAMEYAAAS"

Si hay algo que nos diferencia de los americanos a los europeos, eso es sin duda los pocos tapujos o tabúes que tenemos a la hora de manifestarnos artísticamente. Al menos en la época en la que e hizo Neckromantik, de Jorg Buttereigt. Es cierto que son otros tiempos (me acuerdo de ver a Daryl Hanna en pelota picada en Un Dos Tres Splash, una película para todos los públicos) pero lo de Neckromantic se pasa de castaño oscuro…




La historia es de una pareja muy bien avenida, que se dedica a montar fiestas de muerte en su casa. Él trabaja en un depósito de cadáveres, y todos los días le regala a su mujer trocitos de cielo (más bien trocitos de personas) para su entretenimiento. Hasta que un día su novio decide llevarle un cadáver descompuesto para montar un trío. La cosa es que la mujer descubre que el cadáver es mucho mejor amante que su novio (le encanta chuperretear sus ojos y devolverlos a sus cuencas) y se fuga con el. El novio, furioso, comenzará a dar rienda a sus instintos asesinos…

Prefiero la Caja Roja de Nestlé...

Olvidaros de la necrofilia en plan oceanos de tiempo de Drácula. Aquí manda el sexo maloliente con cadáveres putrefactos, y por supuesto el sentido del humor más negro que puedas imaginar. Tengo que admitir además que la película es bastante desagradable: ya no por las escenas de sexo sino por algunas sueltas, como cuando el protagonista mata al gato y le cuelga de la ducha… y se frota con las tripas.



El Sr. Buttereigt es considerado un criminal en su país por esta película, y se atrevió años más tarde a rodar su secuela, demasiado parecida a esta pero con más medios, y por ende, más asquerosilla. La verdad, que, siendo honestos, la película es un HORROR en todos los sentidos, pero su aura de cine de arte y ensayo (hoy en día se le llama eso a cualquier truño) la hace en cierto modo especial, además de que no te deja indiferente.



A día de hoy, yo aún me debato entre el amor y el odio en función de cómo me encuentre cuando la reviso. Hoy me parece una maravilla, de las que no hacen, pero en el fondo de mi ser la aborrezco por el tema que trata…

Cuestiones morales… o más bien, racionales.

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