Debido a un desengaño amoroso, un joven decide irse con su orondo y salido amigo a un pueblo perdido de la mano de dios, con la mala suerte (o no) de que ese pueblo es victima de una maldición que convierte a todas las mujeres en Vampiras. Años atrás, Carmilla, la reina Vampira, lanzó la maldición, y por supuesto, la llegada de los dos jóvenes desencadena la resurrección de la reina Vampiro y el ataque de las mozas con colmillos.
Este es el argumento de Lesbian Vampire Killers, suerte de American Pie con tintes terroríficos que si bien divierte, su tono es tan de hetero salido que si no eres el prototipo tío que se masturba viendo los catálogos de VENCA, se te olvidará rápidamente. Cierto es que tiene algunos momentos muy buenos, como el demencial inicio, pero dado lo insoportable de la pareja protagonista (una suerte de Simon Pegg y Nick Frost de poca monta) es difícil empatizar con ellos. Al principio caen bien por sus salidas de tono, pero es que resultan TAN TAN TAN SALIDOS y repugnantes, sobre todo el
En definitiva, y porque tampoco puedo sacar mucho mas de aquí, un entretenimiento de noche de otoño de amigos y cerveza, pero vaya, que para porno softcore me pongo Anticristo, que además cortan penes y chichis.
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